Los animales silvestres, fuera de su hábitat o ambiente natural no pueden realizar las funciones para las cuales han nacido: dispersión de polen, semillas, de sus propias especies, control de plagas, enfermedades y para mantener el equilibrio de los ecosistemas, entre otros.
Además necesitan alimento especializado que solo consiguen en su hábitat. Reemplazarlo les ocasiona deficiencias nutricionales y por lo tanto enfermedades o la muerte.
Su reproducción, la mayoría de veces requiere espacios naturales mucho más grandes que una jaula, una casa o una finca. Además, requieren la compañía, enseñanza y ejemplo de sus congéneres como estímulo y aprendizaje para sobrevivir. Al privar a un espécimen de cumplir con su función de reproducirse y perpetuar su especie en el tiempo, aumenta las posibilidades de desaparecer.
Aunque el ser humano los trate muy bien y les proporcionemos buen alimento y compañía, la falta de relación con otros individuos de su especie, hace que se depriman, se debilite, se enfermen o hasta pierdan facultades naturales e instintivas, llegando incluso a morir sin causa aparente.
Los animales sacados de su medio natural, son propensos a que puedan obtener enfermedades que ellos no padecen en su ambiente natural.