Bobby: Era un perro de un policía de Edimburgo. Siempre andaban juntos y Bobby era conocido por sus trucos en todo el lugar. Desafortunadamente, su dueño muerió el 15 de febrero de 1958, de tuberculosis, siendo algo repentino. Bobby estuvo presente todo el trayecto del funeral hasta llegar al cementerio y al extrañar tanto a su amo, pasó sus restantes 14 años de vida, montando guardia, sobre la tumba de su dueño.
Collie: Llegó al cementerio de La Piedad, el día que enterraron a su amo y esa misma noche durmió en la tumba. Al día siguiente, algunos familiares llegaron para llevárselo, pero no hubo forma. Un vecino del lugar, le facilita el alimento tanto a él como a otros perros callejeros. Cuentan que ese es el único momento cuando el perro muestra otra cara. El resto del tiempo, deambula por todo el cementerio buscando a su dueño, ya que fue incinerado esparciendo sus cenizas y esto lo confunde.
Clara: En el cementerio de Safed, en Israel, en 2007, una perra se negaba a abandonar la tumba de su dueño. Cuentan que la han echado reiteradas veces, pero ella siempre regresa. Varios oyentes de una emisora, donaron comida para la perra durante un año.