La razón de que las botas antigravedad jamás se pusieran de moda es que, después de un rato, permanecer de cabeza resulta muy incómodo.
Pero “¿Por qué los murciélagos y otros animales que se cuelgan de cabeza, no sufren esa consecuencia?”.
Según la Cruz Roja estadounidense, el humano adulto promedio tiene alrededor de 7.5 litros de sangre. Todo ese líquido se agolparía de pronto en el cráneo si nos colgáramos de cabeza, causando el dolor.
En comparación, los murciélagos son muy ligeros. El quiróptero más diminuto del mundo –el murciélago nariz de cerdo de Kitty o murciélago moscardón- pesa escasos 2 gramos e incluso las dos especies más grandes (el zorro volador negro de Australia y el zorro volador de Filipinas) alcanzan un peso de solo 1.1 kilogramos.
Por consiguiente, los murciélagos “no son lo bastante pesados para que la gravedad afecte su flujo sanguíneo”, informa en su correo Rob Mies, director de la Organización para la Conservación de los Murciélagos, en Michigan.
Colgarse de cabeza tiene otro beneficio: no requiere de esfuerzo. Las patas de los quirópteros poseen tendones especializados que les permiten permanecen colgados y perfectamente relajados. Si estuvieran sentados en posición vertical, tendrían que contraer un músculo (y gastar energía) para soltarse y emprender el vuelo.